Esta obra nos narra la vida de uno de los mas temibles bandoleros que asoló las tierras del norte peruano.
Algunos años después frente la eminencia de su muerte Froilan había de recordar que la gente decía de el que era ágil como el gavilán, escurridizo como el coral, inquieto como la alicua y más astuto que el zorro; el mismo decía que era como la serpiente que pica cuando la pisan.
Vinieron a su mente las escenas que marcaron el inicio de su desgracias como cuando el patrón públicamente lo humilló a punta de ”bijamasos”. La ira, la impotencia, el dolor fueron, los sentimientos que anidaron en su corazón para tomar venganza por su propia mano .
En aquel momento fugaz vino a su memoria cuando le confesó a Moisés Nima que el no era criminal que solo defendía su vida.
En ese sin fin de imágenes que evocaba sintió la nostalgia de esos algarrobales que algún día le dieron sombra; los cocoteros, overales, piñones y tabiques. Añoraba paladear esos ricos potajes que son característicos de la sazón de su pueblo como la caballa sancochada con su yuca al lado, el seco de chavelo, el de cabrito, la patasca y tantos más.
Como en un sueño aparecieron fugazmente las imágenes de su compadre Manuel Alache con quien compartió hermosos recuerdos cuando llega a la Encantada sobre todo de las cacerías con su hermano Pedro con quien jugaba en esos campos y bosques polvorientos e infinitos.
La vida agitada y a salto de mata que vivió no le impidió ver en el espectro de la muerte a su china Flora y a sus tres hijos que ella le dio y seguramente la idea de regenerarse cuando le propusieron ser guardaespaldas de un personaje que algún día logró ser presidente de la República.
Cuando se esta frente a la muerte y todo lo vivido se presenta como una película de lo que fue tu paso por este mundo, se siente una sensación dolorosa que cala hasta la misma esencia del alma y seguramente Froilan pensó que otra pudo ser su suerte y el arrepentimiento surgía en su mente como una esperanza de poder comulgar en ese ultimo instante con Dios para pedirle perdón por todo lo que hizo.
Estando ya en el lumbral de la muerte abandonó su cuerpo y entrego su alma para dar paso al silencio profundo que significa la muerte.